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TRABAJAR EN TI ES LA MEJOR MANERA DE AYUDAR
Qué difícil es ver nuestros pecados, nuestras debilidades y, aún más complicado, saber qué hacer cuando cometemos un error y queremos trabajarlo para aprender y mejorar. Existen más personas que critican los actos, los pensamientos y las actitudes de otras, que las que miran en su interior para averiguar qué pueden mejorar. En el caso de que pertenezcas al primer grupo, deberías preguntarte por qué sientes que algunas tienen algo que te molesta y te hace enfurecer. Sobre todo, respóndete por qué lo harías mejor que ellas. ¿Nos creemos mejores porque vemos esas debilidades en otras personas? ¿Y si te digo que en muchos casos erramos igual o más que aquellos que criticamos y cuestionamos?
Tengo la absoluta certeza de que cuando nos salta una alarma al observar un pecado en otros, significa que estamos viendo el fiel reflejo de una falta que tenemos nosotros mismos. Por ejemplo, si después de una discusión entre dos personas que has presenciado, una de ellas reacciona llorando, puedes tender a creer que ha reaccionado de manera desmesurada, infantil o incluso sentir que ha “perdido”. Esto es solo un juicio propio y jamás la realidad, ya que existen tantas como percepciones hay. Por ello debemos descubrir por qué tenemos este tipo de reflexiones y enjuiciamos al resto. Lo único que podemos cambiar es a nosotros mismos. Esto está muy bien, pero ¿cómo se logra?
No tengo la solución, pero simplemente podríamos intentar no hacerlo y dedicar esa energía en tratar de desarrollar nuestra faceta mental, emocional y física.
Cuando utilizamos nuestras energías en mirar dentro y hacernos preguntas de por qué pienso y actuo de una determinada manera, aparece la incomodidad en el corto plazo, pero en el medio y largo, se vuelve todo más claro: comprendemos, empatizamos y sentimos mayor serenidad y paz mental. Sobre todo, conforme avanzamos en este camino descubrimos que cuanto más difíciles sean esas cuestiones que nos planteamos, mayor curación, mayor sanación y más profundo podemos llegar dentro de nosotros. Seguramente, cuanto más hondo investiguemos, más porquería hallaremos, ya que allí se encuentra aquello que juzgamos de los demás y por ende de nosotros.
Este camino no es nada sencillo, se necesita determinación, valentía, responsabilidad y humildad. La determinación para saber qué necesitamos encontrar, la valentía para diferenciar lo que sí es importante de lo que no y, así, señalar lo que nos hace sufrir. La responsabilidad es vital para poder practicar las acciones necesarias a la hora de emprender este sendero tan oscuro. Y la humildad para aplacar un ego que nos puede engañar. Las artimañas que utiliza la egolatría para confundirnos y distraernos de la responsabilidad son muchas y este esfuerzo demanda de la gran exigencia del valor. Seamos valientes, porque cuantas más preguntas incómodas y complejas nos hagamos, mayor autoconocimiento obtendremos, y por tanto, más serenidad que repercute directamente en nuestra felicidad.
Esto se puede aplicar para cualquier juicio que hacemos con las personas que nos rodean: pareja, familia, amigos o compañeros de trabajo. Cualquier persona que se encuentra en nuestro círculo cercano merece que podamos regalarle lo mejor de nosotros mismos y, si no es así, deberíamos alejarnos de ella. No existe el mito de que alguien vaya a cambiar porque un tercero le inste a ello. Todos podemos evolucionar porque sale de nuestro interior, es un deseo de inspiración y de superación personal. Si intentamos “ayudar” a cambiar a alguien que no quiere o cree que no es necesario, perderemos energías, al igual que la paciencia e incluso tal vez su amistad. Es necesario aceptar, compadecernos de ella y dejar que haga su propio camino. La mejor manera de ayudar es seguir evolucionando, servir de inspiración para quien quiera y aceptar que nadie es mejor que nadie.
“Cuanto mejor te haces, más valor tienes para ofrecer a otros.”
Robin Sharma
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Muchas gracias

